lunes, 6 de mayo de 2013

El OADA contra Boris Berenzon


En algunos humedales del Viejo y del Nuevo Mundo habita una especie de lechuza, de plumaje oscuro y cráneo pelado, que se caracteriza por carecer de propio ulular. Frecuenta los campus universitarios y los Congresos de sabios, imitando craqueos, silbidos, chirríos y gorjeos de otras aves. Carece de elegancia, hasta el punto de no darse cuenta de su propia bajeza. Ama las pendientes, ya que siempre tira hacia lo más fácil, y le gusta complacer a todos, o a lo más vulgar de cada uno. La berenzona epiménida, pues así se la conoce en medios cultos, gusta de engalanarse con títulos, asesorías, doctorados, diplomas y post-graduados. Escasea de valor y ubicación, aunque acostumbra a brillar por su ausencia. Se pretende aliada de Demócrito (para quien el ser se encuentra por doquier y no carece de nada), pero es sólo una ilusión, un autoengaño. La berenzona es, más bien, debido a su mimetismo, un ave platónica, ya que siempre se encuentra en otra parte. Aunque simule no estar allá donde su cuerpo se encuentra, es fácil localizarla en París, alegando estudios sumamente profundos. Su espalda está bastante curvada, a causa de la devoción que profesa a la jerarquía y las instituciones académicas, que le cuidan y alimentan con profusión. Al igual que la urraca, tiene la manía de atesorar monedas, paradojas, teorías, demostraciones y otros objetos absolutamente inservibles
(Friedrich Jacob Rosenkranz, Zoologie der menschlichen Natur, 1885)

"Si oímos el canto de la lechuza, bien haremos en temer algo".
(Menandro, comediógrafo ateniense, siglos IV-III a. e. v.)

Cuatro años, cuatro, hemos permanecido en monacal silencio, siguiendo así nuestra vocación de humildes observadores. Mas, recientemente, un nimio acontecimiento, una nada a nivel cósmico, ha agrietado las paredes de nuestra cueva y provocado nuestro alborozo. Pensábamos que la curia y su prole mediática anti-intelectual habían agotado nuestra capacidad de asombro; que ya casi todo estaba dicho, porque los argumentos de la teología son reiterativos, cansinos, intemporales… Abundan en teoremas repetidos hasta el absurdo, como homenajes a un bucle iniciado por Goebbels. Y eso aburre hasta a los más finos espíritus.

Pero he aquí que, como remedo de la Kritik der kritischen Kritik, surgió el milagro. El OADA despertó de su letargo, no gracias a las declaraciones del alto clero, tan gravitatoriamente pesadas, sino a un pájaro trascendentalista, a un funcionario disfrazado de pensador, agasajado y encumbrado nada menos que por los responsables del Congreso de Ateísmo Mexicano celebrado en diciembre del 2012. Pero no sólo por ellos.

Se trata de Magister Boris Berenzon Gorn, profesor titular de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Licenciado, Maestro y Doctorado en Historia con mención honorífica, escritor, editor, articulista, miembro de varios Consejos Editoriales, Premio Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos en Docencia en Humanidades, Jefe Fundador de la División de Educación Continua de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Asesor del programa de divulgación de la historia y educación continua del Archivo General de la Nación, Asesor en Teoría de la Historia del Guión Museográfico del Museo Franz Mayer, Asesor para asuntos de Educación a distancia y Educación continua en historia y cultura  de la Rectoría de la Universidad Pedagógica Nacional, Coordinador General para América del proyecto “historia de la Historiografía de América”, conferenciante magistral, cumbre del saber filosófico, histórico y psicoanalítico, hijo dilecto de Freud y Lacan… en suma, un hombre lleno de mayúsculas, de honores y de parabienes. Boris, la lechuza.

Cuando escuchamos su conferencia “magistral”, “Los ateos del amor”, creímos estar ante un hecho milagroso. Antes de recibir el navajazo de Guillermo de Occam (cuyo principio de economía es tan nominalmente prosaico), escuchamos un coro angélico que destapaba la vanidad de nuestro ateísmo salvaje. “Magister” Boris, dotado de ciencia infusa, iluminado por otro pájaro, la Paloma de los carismáticos, deslizaba ante el micrófono términos e ideas que ya antes habíamos rumiado. Y es que el Espíritu Santo se comunica así, descifrando el ADN de nuestras humanas entrañas, por lo que siempre da la impresión de que la santísima glosolalia es un reflejo de nuestro disparatado discurso interior.

Pero, aún ante tan bendita iluminación, fuimos irredentos. Acudimos raudos al consejo de Hume, y buscamos, no sin cierta desesperanza, el capítulo X de su Investigación sobre el conocimiento humano, en el que afirma, con finísimo descaro, que un milagro es, por definición, más increíble que su ausencia. No se nos manifestaba nada nuevo en nuestra época oscura. Se trataba, simplemente, de un plagio. En efecto. La lechuza, cual papagayo, dictaba a su público, literalmente y palabra por palabra, el contenido de una ponencia presentada años antes en unas Jornadas sobre Librepensamiento organizadas en Madrid por la Federación Anarquista Ibérica. Se titulaba “Religión, ateísmo y poder”, y fue redactada, para más INRI, por el responsable de este Observatorio, de nombre papal y de apellido Miñarro. Puede comprobarse en el documento público que todavía se alberga en la web de la Fundación Andreu Nin, aquí mismo.

Una sucinta investigación en san Google, patrón de la curiosidad humana, nos aportó más claves acerca de las costumbres y personalidad de la berenzona. Al parecer, ha plagiado más páginas y capítulos que asesinatos constan en la sagrada Escritura.  “La obra académica de Boris es como una colcha hecha de retazos: pedazos de múltiples obras, cosidas diestramente entre sí, conforman el collage que desde hace años presenta como su trabajo”. Así comienza el estudio zoológico que Bárbara Bautista Gómez ha colgado en su blog. El defecto de la lechuza es hacer suyo el universo, digerirlo y luego regurgitarlo con su propia firma. No abundaremos, en esta ocasión, en la lista de desatinos, copias, pirateos y falsificaciones del personaje, víctima segura de la envidia y la incomprensión, según él mismo asegura. Tampoco en las acusaciones de soborno que le dirigen los estudiantes de la UNAM. Eso es labor de otros, con más ganas, tiempo y vinculación.

Hay un valor humano que se llama dignidad. No tiene precio ni valor cuantificable. “En el reino de los fines –escribe Kant- todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad” (Fundamentación de la metafísica de las costumbres, II).

Por todo ello, el OADA condena a Boris Berenzon, como representante simbólico de todos los parásitos y aprovechados que, robando el esfuerzo ajeno, se encumbran en el parnaso de los semidioses. Le condenamos, además, por infiltrarse en los cenáculos de los verdaderos librepensadores con intención de hacer creer a los ingenuos que de su natural embotadura puede surgir todo tipo de planteamiento coherente, lo que a sus ojos le hace merecedor del aplauso y la admiración. Le condenamos, en fin, por pesado, por no saber siquiera leer un documento con cierta soltura, por alardear de reflexivo y, finalmente, por su podredumbre, su falso prestigio y su nauseabundo ficcionar.

En cuanto a su privilegiado intelecto, nos basta para confirmarlo con reproducir un fragmento inédito de su literatura, extracto de un mensaje privado que acaba de dirigir a quien esto escribe, aún antes de que este texto haya sido hecho público. Es copia literal, no pretendo ridiculizar intencionadamente a nadie. Pero quizá alumbre una pizca a quienes todavía dudan de su excelsa gramática: “Me intetesa hablar contigo. A donde puedo llamarlo. Quiero aclarararle algunas cosas. Me puede decir a donde llamarle. Creo que lo están utilizando. Me permite llamarle. Me da su telefono en España. Le agradeceré si me permite hablar con usted”. Al recibirlo, creí estar ante un príncipe de las letras, ante un mix de Quevedo y Góngora de Argote redivivo. Pero no. Era Boris, la lechuza.

Más enlaces:

Aclaración importante sobre la conferencia del Dr. Boris Berenzon (Colectivo Ateos de México)
Blog "Yo (también) quiero un trabajo como el de Boris Berenzon"
Grupo de Facebook "Yo también... etc."
Denuncia del plagio realizado por el Dr. Boris Berenzon (carta de Juan Manuel Aurrecoechea)
Contribución al cambio paradigmático en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

Comunicado nº 3

El OADA rompe su silencio y de nuevo pone en marcha su mecanismo de crítica. Ante la imposibilidad de recuperar las claves del antiguo blog, http://defensa-atea.blogspot.com.es/, hemos decidido inaugurar este espacio, desde el que seguiremos, en la medida de nuestras posibilidades, denunciando las injurias, ofensivas y acusaciones que, desde el clericalismo o cualquier otra posición de trinchera, se lancen contra la dignidad del ateísmo filosófico.

Ya estamos aquí otra vez.